La idea era buena: Ya somos muchos, hay que ponerse de acuerdo, y a ver quién manda, pues claro, el de la cachiporra más grande, y a callar. Y así vino siendo bastantes siglos, hasta que Hammurabi hizo el código aquel cerca de dos mil años antes de Cristo. Un poco rudo, el hombre, pero al menos le dio por sentarse a pensar, que siempre suele ser un buen deporte. Y de ahí en adelante, hablando siempre de occidente (hagamos lo que hagamos, algún chino lo hizo antes, así que mejor nos centramos en el terruño). Y ya en Atenas empezó aquello de la democracia. Muy relativa, sí: sólo para hombres mayores de edad, que entonces era a los dieciséis, y claro, hombres libres con la ciudadanía griega (si eras esclavo o chica, no podías votar). Y qué guay ahora, eh. Fíjate, podemos votar todos los mayores de dieciocho, seamos de donde seamos, sin discriminación de sexo. Eso sí, podemos votar listas cerradas, que al tercer candidato ya no le conoces y no sabes si es un ladrón, que lo más fácil es que algún juez esté rebuscando entre sus papeles. Y puedes votar lo que quieras; escoger cualquiera de las veinte o veinticinco papeletas llenas de nombres que desconoces. Pero el que gana no es el más votado, eh! No, el que gana es el que logra más escaños, que según de qué partido sea, necesita diecisiete millones de votos más que los demás para lograr lo mismo. O sea, que con el mismo número de votos, uno podría arrasar y otro quedarse en blanco. Yo una vez eché cuentas y hay un partido que, para obtener los mismos escaños que otro de los que más votos sacan, necesitaba que le votasen hasta los recién nacidos. De Francia, que con los cuarenta millones de españoles no le llegaba. No es ninguna broma.
Y de todo este sinsentido tú formas parte. Y yo. Y no te eches las manos a la cabeza, que no hay remedio. No van a cambiar nada, porque los que pueden no quieren. Ninguno de ellos. Intereses creados, mercados de valores, te debo-me debes. Sin hablar de todo lo oculto, de todo lo ilícito. Y si yo tuviera una escoba, cuantas cosas barrería. ¿Vamos a votar? ¿Lo intentamos de nuevo? Por mí, que no quede.
Gemma Minguilllón
¿Mala influencia? Si tu y yo sólo hablamos de ajedrez y de la apertura de Capablanca, bueno y alguna vez del precio de los espárragos camperos. Me ha gustado el post, pero "o algo" también :-) Trueno
ResponderEliminarCapablanca no tenía ni idea, mucho mejor Fisher... Eh, es broma!!
ResponderEliminarEncuentro a faltar una referencia a los medios de comunicación. Aquello de "dime qué canal de TV ves y te diré qué votas, y te diré como no-piensas", otro de los males de esta "democracia".
ResponderEliminarPero como esto es un blog de creación literaria, sólo me referiré a este gran situacionista de las elecciones de 2011:
http://www.lavanguardia.com/politica/20111122/54239182158/voto-chorizo-valido-galicia.html