Hoy realicé una actividad en la plaza de mi pueblo: escribí cuentos instantáneos a quien me lo pedía, cuentos de alta velocidad, hechos en un intervalo de 10 minutos aproximadamente. Aunque me ha salido bastante bien y la gente está contenta con los cuentos que les he hecho, de entrada el reto parecía difícil, pues yo no estoy acostumbrada a escribir en tan poco tiempo. Es por eso que practiqué unos días antes en mi casa, pidiendo a mis cercanos que me dijeran temas y yo trataba de elaborar un cuento acerca de ese tema en 10 minutos. Aunque algunos de los que hice dejan mucho que desear, otros considero que me han quedado bastante bien, y es por eso que he decidido publicar un par de esbozos de esos cuentos en el blog. No puedo pedir que sean del agrado de todos, pero si que me gustaría que lo fueran de la mayoría.
El
agua del mar fluía tranquilamente. El horizonte reflejaba la
anaranjada luz del atardecer. Desde las rocas contemplaba el mar en
calma una joven de tristes ojos. Iba descalza, para no resbalar, no
podía permitir morir igual que él.
Si,
allí era donde había muerto el hermano de aquella muchacha. Él
había sido un joven apuesto y muy galán, caballeroso y educado.
Quizá demasiado. Y aquella había sido su perdición. Todo por
salvarla a ella.
A
ellos siempre les había gustado pasear por aquella zona, y no era
para menos, los atardeceres allí eran preciosos. Desde niños lo
llevaban haciendo, contemplar el mar entre la luz naranja del cielo
en aquel momento del día.
Hasta
que un día, ella, descuidada, se puso a correr por las rocas
emocionada. Aún era muy pequeña. Sin embargo lo que ocurrió a
continuación la hizo crecer de golpe.
Un
resbalón cambió por completo su vida. Ella resbaló, las rocas
estaban húmedas y se deslizó repentinamente. Pero su hermano fué
rápido, y la agarró antes de que pudiera hacerse daño...cayendo
él. Perdió el equilibrio, y cayó por salvarla a ella de ese mismo
destino. Y ella lo vió todo. Vió morir a la persona que más quería
del mundo ante sus propios ojos.
Ahora
ya habían pasado veinte años desde aquello, sin embargo por mucho
tiempo que pasara ella jamás lo olvidaría. Por eso estaba allí
hoy, como cada tarde, mirando el mar, recordando.
Arrojó
un ramo de flores al agua, que empezó a danzar suavemente con las
pequeñas olas. Las lágrimas que caían de los ojos de ella se
mezclaban con aquella misma agua. El momento y el lugar en el que
había muerto su persona querida. El atardecer en el mar que una vez
fué de ensueño y ahora era una dulce pesadilla sin fin.
Judit Perich
Elegante, sobrio, hermoso. Gracias por escribir. Pero, otro día, no te olvides de firmar.
ResponderEliminarPerdón, se me olvidó. Ya está arreglado, gracias por recordármelo.
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