martes, 6 de octubre de 2015

El cinturón de Orión

Desde nuestro planeta podemos verlas; tres estrellas que conocemos como las tres Marías, los tres Reyes Magos u otros nombres por el estilo, y que en astronomía llaman el cinturón de Orión, en honor al cazador a quien ciñen su esbelto talle, formado a su vez por otras estrellas. Sólo entre las tres principales hay otras ciento veinticinco que no vemos (son más modestitas) y no hace falta decir la burrada de años luz que las separa, unas de las otras. Pero ahí estamos, mirando para arriba en las noches de otoño y distinguiendo perfectamente el hermoso cinturón; en realidad, sólo un puñado de estrellas que nuestra imaginación, o la configuración matemática de nuestro cerebro, nos obliga a unir en dibujos aleatorios, formando carros, arqueros o, en este caso, un cazador con su cinturón azulito. Algo parecido pasa con lo que llamamos "el sistema".
      "El sistema" tiene la culpa de todo. De nuestras desgracias, de nuestros convencionalismos. Estamos a favor de "el sistema", nos diluimos en "el sistema" o estamos contra "el sistema". Este nos marca y dibuja nuestras vidas, haciéndonos aceptar lo inaceptable, tragar con lo intragable, o no transigir con cosas que, igual, no eran tan malas.
      Pero, ¿qué es "el sistema"? ¿Qué o quienes lo forman? Por lo que oímos y leemos, no es otra cosa que una urdimbre de leyes, de convenciones y costumbres que, por aceptadas, repetitivas y bien vistas nos dan la seguridad de ser uno más (digamos lo que digamos, nada nos relaja tanto como sentirnos uno más, aceptados, aprobados). Un montón de cosas pequeñas alejadas años luz entre sí y que, como el cinturón de Orión, sólo podemos ver como un todo desde la distancia. 
      Más que en lo legal, "el sistema" se sustenta en lo social. No se pintan las paredes, no nos cogemos de la mano por la calle si somos del mismo sexo, no decimos que no estamos de acuerdo con el aborto, el nacionalismo o que miramos con recelo a las personas de otras razas. Nadie con dos dedos de frente diría ahora algo así, porque estaría socialmente muerto.  Y enterrado por "el sistema". Pero es mentira, y sólo hay que rascar un poco para darse cuenta. 
      El otro día escuché a dos mujeres hablando mientras compraban el pan. Una decía que vendrían a España millares de refugiados sirios y que se les daría casa gratis y un subsidio. La otra, indignada, respondía que no había derecho, que éramos muchos los españoles en paro. Me pregunté qué canal de noticias miraban, qué periódicos leían. De dónde se habían sacado esa información absurda. Pero, sobre todo, dónde quedaban la piedad, la empatía, la solidaridad. 
      Sigamos mintiendo. Sigamos diciendo lo que quieren que digamos y pensando por nuestra cuenta, hasta que todo estalle en un odio exacerbado contra quien menos culpa tenga. Sigamos manteniendo, entre todos un poquito, este "sistema" que no es nada ni nadie. Que somos nosotros.

Gemma Minguillón
      

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