domingo, 20 de abril de 2014

Negro

La lluvia caía pesadamente sobre ella, empapando sus larguísimos cabellos azabache, resbalando por su pálida cara, mezclándose con sus lágrimas y cayendo por su vestido, negro como aquella noche; se pegaba a su cuerpo marcándole la silueta hasta sus tobillos. El negruzco maquillaje que adornaba sus párpados resbalaba con la lluvia por sus mejillas, embadurnándolas como lágrimas oscuras. De pie en mitad de la nada, con la cabeza agachada para tratar de ocultar su llanto de nadie, cantó con la voz rota, pero con sentimiento de culpa, de tristeza. Su canción reflejaba sus sentimientos, sus emociones. Si la persona amada la había abandonado había sido sólo por su culpa, por su temeridad, por su imprudencia. En un instante todo había acabado y ahora estaba sola, y lo estaría para siempre, pues ese era su destino; permanecer sola y apartada del mundo en aquel páramo perdido, en medio de la oscuridad, de ningún sitio. Y el negro de sus cabellos, de su vestido, de sus lágrimas, de su semblante, de su soledad, de su tristeza, sería su único acompañante; el negro, por siempre, para siempre, suyo y nada más.



Judit Perich

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