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viernes, 5 de agosto de 2016

De un trago

Siempre que la idea me pasaba por la cabeza venía a ser lo mismo: ¿de qué me arrepiento? ¿de lo que he hecho o de lo que no? A veces, me arrepentía de no haber dado un abrazo o de no haber dicho una palabra. En ocasiones, de no haber tomado la decisión correcta. Y ahí estaba la clave del asunto: siempre me arrepentía "de no haber". Porque dicen que a lo hecho, pecho, y así parece que nuestros errores nos dan mucho menos miedo que nuestras pérdidas, que todo aquello que pudo haber sido y no fue. 
      Salí a preguntar, y me reafirmé en mi creencia: José Antonio se arrepentía, me dijo, de no haber acabado con su enemigo cuando tuvo ocasión, como Benet o Montse, que se apuntaban a una larga lista de "no haber". Mi amigo Xesco decía que estaba arrepentido de perder el tiempo, lo que me hizo pensar que, en breve, dejaría de perderlo, porque el tiempo lo da Dios y es un crimen desaprovecharlo, ya que pasa inexorable y se acaba para todos. Y Luego Laura, Kohi, Cristina y Joan se arrepentían de sus inseguridades o su ingenuidad, de su incapacidad para ser un poco más malotes. De esas cosas, diría, no hay que arrepentirse, porque no son culpa de uno, tan solo el fruto de la falta de práctica, y es algo que se pasa solo (¡por desgracia!) a la vez que se va pasando la vida. Y la ingenuidad o la sinceridad van con el carácter, aunque yo, más que defectos, los llamaría buen corazón, o dificultades para comprender las malas intenciones de otros, lo cuál me parece más una bendición que lo contrario. Igual que Eric, que se arrepentía de su intolerancia a la lactosa; yo también la tengo, le dije, y no es que me arrepienta de ello (¿qué culpa tenemos, wey?), es que me amarga un poco y tuve que pasarme a la soja para no morir lentamente cada vez que me tomo un café en la plaza. Francesc y Blanca me decían que nada de arrepentirse, que había que tomar al toro por los cuernos y aprender de los errores, cosa que comparto con ellos al cien por cien. Los espíritus valientes dominarán el mundo, sin duda. José María me decía arrepentirse de ser indeciso y algo blando. Por alguna razón, los buenos se arrepienten de serlo y los malos no lo hacen jamás; siempre dicen que son malos por culpa de los otros, o de la sociedad, o de sus propias circunstancias. Pero los buenos sí dicen arrepentirse, aunque no hacen nada por evitarlo porque, en el fondo, saben que sufrir villanías y no causarlas es una buena manera de no padecer insomnio.
      Quizás sea el comentario de mi amiga Laura Vila, la hermana de Ventura Vila (¿por qué no?) el resumen de todos estos pensamientos: "Soy como soy y estoy donde estoy gracias a los aciertos y errores que he cometido. En el momento en que me he equivocado me he arrepentido, o bien lo he dejado pasar porque no tenía solución, o bien lo he podido solucionar. Arrepentirme ahora por hechos pasados no me aportaría nada. La experiencia que he adquirido me guiará en mis próximos pasos. Y sé con seguridad que volveré a cometer errores. La clave está en seguir adelante, sin arrepentimientos que anulen nuestra capacidad de vivir plenamente". 


Gemma Minguillón

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