Podría decir que hasta mis seis años llevé una vida normal, tranquila y feliz. Pero todo cambió un verano. Mi vida dio un giro radical y enseguida supe que nada volvería a ser igual. Me llamo Flopp, y soy una oveja merina. Nací en una confortable granja de ovejas en Dinamarca y, como dije, llevé una vida feliz y apacible allí hasta los seis años. Cuando salía el Sol, me levantaba junto a mis compañeras y nos quedábamos todas en el prado mascando hierba hasta que anochecía; entonces volvíamos a entrar en el establo y nos dormíamos hasta la mañana siguiente. Era una buena vida, muy tranquila y sin preocupaciones. Pero todo esto cambió un caluroso verano.

El granjero, que nos cuidaba mucho a todas, nos llevó a la máquina de esquilado, que estaba fuera de la granja, para así cortarnos la lana tan tupida que nos daba tanto calor. A nosotras esto nos fascinaba; nos quitaba toda la lana y nos dejaba como nuevas. Para nosotras, ir a la máquina de esquilado era como para los humanos ir al teatro. Yo tenía muchas ganas de llegar, pero tan feliz iba que sin percatarme me separé del grupo, y cuando quise darme cuenta ya no vi ni al granjero ni a mis amigas. Busqué por todas partes, las llamé a balidos y troté por toda la zona con desesperación, tratando de divisarlas o, al menos, de localizarme. No podía estar demasiado lejos de la granja, pero miré por todos sitios y no vi nada ni a nadie.
Estaba completamente perdida.
Pasé todo el día buscando y no hallé nada. Enseguida me deprimí. Se me hizo un nudo en el estómago. Lloraba pensando que me había perdido, que estaba muy lejos de mi granja y que nunca los volvería a ver. Me tumbé en el césped y me puse a contemplar la puesta de Sol. Recordé que a esa hora entraba al establo con todas las demás y nos echábamos a dormir. Me deprimí todavía más al recordarlo. Seguro que ellas ya habían pasado todas por la máquina y ahora eran ovejas nuevas. Dormirían bien a gusto y felices, y en cambio yo estaba aquí, en medio de la nada, con todo este abrigo tan caluroso y molesto cubriéndome y dándome calor en aquella tibia noche de verano. No podía parar de recordar cómo había sido tan tonta como para descarriarme sin darme cuenta, perderme de ese modo tan miserable y estar ahora en esta situación, pudiendo estar con todas las demás, recién esquilada y lista para dormir en el fresco establo, en compañía de mis amigas. Antes de dormirme, lloré de nuevo.
A la mañana siguiente, decidí ponerme en marcha. Me puse a caminar, esperando encontrar mi granja. Esperé que, durante la noche, el granjero hubiese venido a por mí, pero por la mañana me di cuenta de lo ingenua que había sido. Él no vendría porque yo no le importaba nada. Así que me puse a andar esperando encontrar la granja.
Después de caminar durante horas vislumbré a lo lejos una granja. En un segundo me sentí radiante de felicidad, la oveja más afortunada del mundo, pero mi felicidad se desvaneció por completo cuando descubrí que aquella granja no era la mía; ni siquiera se le parecía en lo más mínimo. De todos modos, y pese a la decepción inicial, decidí acercarme por si podían indicarme el camino de vuelta. Al llegar ahí, sin embargo, me sorprendió el hecho de que todas las ovejas hacían una fila india frente a un edificio viejo. Pensé que sería una costumbre de esa granja. Sin embargo, al preguntarle a la última oveja de aquella peculiar hilera, me desmintió mi ingenuidad:
-Todas las granjas del mundo son así; cuando llegan estas fechas el granjero nos lleva a todas al matadero y allí nos descuartizan. No se salva ni una.
¿¿¡¡Que!!?? ¡Esto yo no lo sabía! ¿O sea que si regresaba a la granja mi destino sería acabar mutilada? ¡Ni hablar! ¡Como me llamo Flopp que esto nunca iba a ocurrirme! ¡No a mí!
Enseguida comprendí que el hecho de extraviarme más que una desgracia había sido una bendición. ¡Jamás iba a regresar al lado de ese granjero asesino! Así que eché a correr hacia el horizonte. Por primera vez me sentí libre como el viento, y así me dirigí hacia las profundidades del valle, hacia el fin del mundo, todo recto hacia el amanecer, para no volver jamás y vivir mi propia vida en el corazón de la libertad.
Judit Perich
Woah, no esperava per a res del mòn aquest final. M'ha encantat :')
ResponderEliminarMuy linda historia, aveces lo que nos parece una desgracia no es mas que el comienzo de algo mejor.
ResponderEliminarMuy cierto. Por eso siempre hay que buscar el lado positivo de las cosas, porque siempre lo hay. Agradezco mucho que os haya gustado :)
EliminarJudi, això és una proba
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