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martes, 10 de marzo de 2015

Courtney Love

Seguro que si afirmo algo del tipo "los románticos, en realidad, son los hombres y no las mujeres", me vais a tildar de loca. Pero vamos a pensar en ello. Prometo ser breve.
      El Romanticismo fue, como sabemos, una corriente cultural del siglo diecinueve, que nació para romper con todo, de una u otra forma. Más bien se trataba de una generación de disconformes, de gente que estaba harta de oír hablar de la Razón, de la Ilustración y del sin Dios que supuso aquel siglo en que lo que estaba de moda eran la mente, el cerebro y el método. Y ahí llegaron un montón de jóvenes poetas, pintores y escritores diciendo que de eso nada, que el sentimiento era lo único legítimo. Lo decían desde el hastío y, por añadidura, maximizaban todo cuanto podía llevar al ser humano al límite, en especial la muerte. Eran jóvenes disconformes, llorones, oscuros y adoradores de Satán y el Más Allá. Vamos, lo que hoy conocemos como góticos, que en realidad no son otra cosa que los nuevos románticos (nunca supe por qué se hacen llamar góticos, si lo que se estilaba en el gótico era la luz y el canto a la vida). 
      Resumiendo, la corriente cultural del Romanticismo dio grandes genios, y los más grandes de ellos, los mejores, estaban (lo que hoy llamaríamos con mucho cariño) completamente locos. Edgard Allan Poe dormía sobre la tumba de Anne Lee a los catorce años; Lord Byron hacía el amor sin quitarse jamás las botas, cosa que desconcertaba a sus amantes; Gustavo Adolfo Bequer estaba completamente obsesionado por el sexo y Lovecraft... bueno, que vamos a decir del bueno de Lovecraft. Mejor leer alguna de sus obras maestras para hacernos a la idea.
      En este orden de cosas, me atrevo a decir que no es posible ser un genio y una persona equilibrada al mismo tiempo. El equilibrio está reñido con esa dosis de locura que necesita toda obra maestra. Y es ahí donde vuelvo al origen de la cuestión: ¿Están las mujeres lo bastante locas? En general, yo diría que no. 
      Hay maravillosas excepciones como (sin irnos del mismo siglo) Mary Shelley, las Bronte o Rosalía de Castro. Pero, en general, las mujeres siempre han tendido hacia el sentido común, la razón y el pragmatismo. Incluso las grandes artistas nos ofrecen obras con método, bien estructuradas y bastante alejadas de esas ensoñaciones enloquecidas de los grandes genios dieciochescos. Es por eso que, para mí, los románticos son ellos. Y para muestra, un botón.
      De todas las teorías conspirativas sobre la muerte de Kurt Cobain (que son muchas y muy variopintas), mi favorita es la del pacto de suicidio. Sea o no cierta, resume muy bien lo que quiero decir. Dice así: Kurt Cobain, enfermo desde siempre con terribles dolores de estómago que no podía curar de ningún modo, recurrió muy pronto a las drogas para calmar sus males. Entre eso y lo mal que llevó su éxito (y, naturalmente, su genialidad, que le convertía en un romántico de libro), decidió suicidarse. Se puso de acuerdo para ello con Courtney Love, su esposa. Sería un doble suicidio: Primero se dispararía él y después lo haría ella. Y así fue; Kurt se pegó el tiro y llegó el turno de Courtney, quien cogió el arma, la miró...y no disparó. Al fin y al cabo, a ella no le dolía nada y, caramba, se acababa de convertir en la viuda de un hombre rico. De modo que soltó el arma y lo heredó todo. 
      ¿Hay alguna imagen más romántica que la de Kurt disparándose para dejar de sufrir, confiando en que su esposa le seguirá al otro mundo? Y, ¿hay alguna imagen más práctica que la de Courtney Love mirando a su esposo y soltando el arma? Yo creo que no.
      Bendita diversidad.

                                                          Gemma Minguillón

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