¿Sumamos?

Aunque la denostada Edad Media viene a la mente de muchos como una época oscura y umbría, de magias negras, brujas e inquisiciones, tuvo su época dorada: El siglo trece, con la gran Leonor de Aquitania, madre de Ricardo Corazón de León; la adopción de los textos de Platón, que los monasterios empezaron a traducir del griego al latín y les hicieron comprender a los monjes que el Logos, o Dios, era Luz, dando lugar con ello al Neoplatonismo y a la necesidad de bañar con esa Luz Divina las catedrales, lo que originó que el abad Suger comenzara a buscar con denuedo algún maestro constructor capaz de rajar los muros de los templos y llenarlos de vidrieras de colores, descubriendo así nada menos que las catedrales góticas... En fin, no fue aquél un mal tiempo. Ni tampoco en nuestra península, habitada por entonces en gran parte por musulmanes y con un rey cristiano tan notable como Alfonso X el Sabio. 

      En su afán de aunar las tres religiones que por entonces convivían en la península, Alfonso hizo diferentes acercamientos con los líderes de unas y otras religiones. Muchas cosas fueron las que consiguió, aunque la Historia posterior empolvara sus logros en gran medida. Pero quedó un testigo de sus desvelos: El Patio de los Leones, en la Alhambra.

      El palacio musulmán, centro del reino de Granada, inició la construcción de aquél patio y, para agradecer su preocupación por las tres fes al rey Alfonso, las unificó de la siguiente manera: La columnata que lo envuelve asemeja el claustro de un monasterio cristiano. Los ornamentos que la coronan están labrados a la manera musulmana. Y, en el centro, una fuente judía, regalo de un importante leví al rey Alfonso: Doce leones, que simbolizan las doce tribus de Israel, sostienen en sus lomos una fuente que simboliza el mar. En las puestas de sol, manaba de sus bocas el agua que abastecía cuatro canales que parten de la fuente en forma de cruz y simbolizan los cuatro ríos del jardín del Edén: Tigris, Eufrates, Gihón y Pisón.

      De este modo quiso el rey de Granada decirnos que Alfonso tenía razón: que es posible convivir, vivir en paz. Sumar. Aunque ahora nos pasemos el día restando, todos nosotros, por todos los puntos del globo, en el siglo trece hubo quien vio las cosas de otra manera. ¿Aprendemos?

Gemma Minguillón